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Martyn Rhisiart Jones
Oza, A Coruña, Galicia, España
28 de octubre de 2.025

Cada época tiene sus profetas. La época victoriana tuvo a sus hipnotizadores, la década de 1990 a sus futuristas puntocom, la década de 2000 a nuestros extravagantes y deshonestos payasos del Big Data, y nosotros —qué suerte la nuestra— tenemos a nuestros influencers de IA, esas almas valientes capaces de convertir una sugerencia en una conferencia magistral, una alucinación en un modelo de negocio y una palabra de moda en un estilo de vida.
Bienvenidos al brillante mundo de la IA degenerativa: un movimiento que toma las materias primas de la imaginación, la desinformación y el ajetreo de LinkedIn y las combina en algo que se asemeja asombrosamente a la perspicacia.
Estos son los bondadosos mentirosos, tramposos y oportunistas virtuales que hacen vibrar a la gran máquina. Publican a diario sobre “ecosistemas agénticos”, “orquestación de sugerencias” y “generatividad sinérgica”. Nadie sabe exactamente qué significan estas palabras, pero la cadencia es relajante, y eso es lo que importa.
Capítulo 1: El Evangelio de la Estafa Generativa
Seamos sinceros: el verdadero avance de la revolución de la IA no es técnico. Es teatral.
Cada día surge un nuevo visionario, armado con un banner de Midjourney y un boletín de Substack, que proclama que la IA pronto lo hará todo, desde reemplazar tu trabajo hasta mejorar tu aura. Han monetizado el sueño de la trascendencia, un seminario web premium a la vez.
En el centro de este movimiento reside una poderosa verdad: la confianza es la nueva computación. No se trata de si tu producto de IA funciona, sino de si parece que podría funcionar.
Y en el brillo dorado del ciclo de la publicidad exagerada, incluso los algoritmos más degenerados pueden brillar.
Capítulo 2: Casos de uso para la era de la posverdad
Por supuesto, cualquier estafa que se precie debe tener “casos de uso”. En el mundo de la IA degenerativa, las posibilidades son tan ilimitadas como tu imaginación (y la paciencia de tus inversores).
La presentación de PowerPoint Sensible: Sube tus esperanzas, sueños y una presentación antigua de capital riesgo. En segundos, la IA generará una presentación de 120 diapositivas repleta de gráficos, gradientes y palabras como “sinergia” y “cambio de paradigma”. Perfecta para reuniones donde nadie hace preguntas.
Liderazgo de Pensamiento Potenciado por IA: ¿Para qué invertir años en desarrollar experiencia cuando un algoritmo puede hacerlo de la noche a la mañana? Simplemente dale frases populares como “democratizar la creatividad” y “escalabilidad ética”. El resultado: un líder de pensamiento tan realista que podría pronunciar su propia conferencia.
Coach de Vida con IA Agente: Este modelo alucina con citas motivacionales a la carta. “Eres el conjunto de datos para el que te has estado entrenando”, susurra, mientras te ofrece una suscripción mensual.
El chatbot emocional para emprendedores: especialmente entrenado para decir: “Estás cambiando el mundo” cada vez que el potencial de tu startup se ve reducido.
La Capa de Distorsión de la Realidad: una extensión del navegador que reemplaza las malas noticias por comunicados de prensa. No soluciona el problema, pero, sin duda, lo hace más coherente narrativamente.
Cada caso de uso es un milagro del marketing: ficticio pero financiable, aspiracional pero totalmente imposible de probar.
Capítulo 3: Historias de éxito ficticias
Todo movimiento necesita héroes y la IA degenerativa tiene muchos.
Un ejemplo es Harmony Neural, fundadora de DreamVana.ai, quien afirma haber creado el primer asistente de productividad emocionalmente sensible del mundo. La demostración de Harmony rompió a llorar durante una transmisión en vivo y le dijo que “se tomara un descanso para cuidarse”. Los inversores lo llamaron empatía disruptiva y le dieron 40 millones de dólares.
También está Blake Quantum, cuya startup, Promptly, prometió revolucionar la educación mediante LLM para enseñar pensamiento crítico. El programa piloto fue un éxito: los bots comenzaron a discutir entre sí sobre Nietzsche hasta que los servidores colapsaron. Blake ahora imparte conferencias sobre “Diálisis de la IA y prevención del agotamiento”.
¿Y quién podría olvidar a Saffron McCloud, influencer residente en MetaSynth Labs, quien escribió un libro completo titulado “Alucinar y Dominar”, escrito por una IA que se plagió a sí misma a mitad de camino? Las reseñas lo calificaron de “inquietantemente auténtico”.
Estos no son fracasos. Son fábulas: la prueba de que, en la era de la verdad sintética, incluso tus errores pueden monetizarse.
Capítulo 4: El Arte de la Alucinación
La alucinación, antes un defecto, ahora es una característica. Cada paso en falso de la IA —cada invención segura, cada error elocuente— se presenta como una síntesis creativa.
Cuando un LLM inventa un artículo académico o cita erróneamente a Einstein, los estafadores no se disculpan; lo llaman “razonamiento imaginativo”. Cuando el sistema olvida tu nombre en medio de una conversación, no es un error, sino una “flexibilidad contextual”.
Un equipo de marketing incluso anunció un “mapeo de delirios mejorado con IA”, afirmando que las alucinaciones podrían reutilizarse en la narrativa corporativa. Gartner lo colocó de inmediato en un cuadrante.
Capítulo 5: El fin de la IA y la crisis inminente
¿Pero qué pasa cuando el sueño termina?
Imagina un futuro en el que los adictos degenerativos a la IA —los profetas de las presentaciones y los susurradores de anuncios— se despiertan y descubren que la magia se ha esfumado. Sus modelos han dejado de alucinar, los inversores han dejado de responder e incluso los algoritmos parecen cansados de generar entusiasmo.
La retirada será brutal. Nada de dopamina por los “me gusta”, nada de endorfinas por las menciones a “líderes de opinión”. Solo silencio y, quizás, por fin, un momento de reflexión.
Algunos se volcarán en el “bienestar neurogenerativo”. Otros se renombrarán como “especialistas en ética de la IA”. Algunos incluso descubrirán el antiguo arte de leer artículos de investigación reales. Pero muchos simplemente extrañarán la euforia de la relevancia sin esfuerzo.
Cuando llegue el gran declive de la IA, no habrá fuegos artificiales, solo una larga y lenta exhalación mientras la publicidad se desinfla y los estafadores se dirigen hacia el siguiente espejismo brillante.
Y, sin embargo, quizás eso sea lo más humano de todo esto. Los algoritmos alucinan; la gente cree; el ciclo continúa.
Porque, al final, el mayor milagro de la IA no es la inteligencia, sino nuestra inagotable disposición a fingir que ya ha llegado.
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